Prueba KTM 790 Duke
Dicen
que la diferencia entre un adulto y un niño está en el precio de sus juguetes.
La KTM 790 Duke es un juguete para niños muy mayores, cuyo precio está muy
próximo a los 10.000 euros, pero bajo esa cota. A cambio vamos a obtener una
moto que garantiza experiencias intensas de conducción, más en el aspecto
lúdico que en el estrictamente utilitario, y en ese sentido no va a
decepcionar.
La
naked austriaca hace gala de un derroche de técnica y precisión ingenieril.
Está propulsada por un bicilíndrico en paralelo (LC8) que eroga 105 CV a 9.000
RPM, asociado a un cambio semiautomático “Quickshift” para sacarle el máximo
rendimiento. El conductor puede ir todo el rato con el gas a fondo empalmando
una marcha con otra, o reducir simplemente con el toque de palanca si el
régimen lo permite.

Conducir
la KTM 790 Duke es como conducir una moto a la que nos hemos acostumbrado desde
hace años, todo se hace natural e intuitivo, con una postura de conducción que
resulta cómoda y pese a la altura del asiento no cuesta trabajo llegar con uno
o dos pies -según altura- a tierra, dado que no es una moto ancha. Incluso en
el tráfico de todos los días se muestra ágil y fácil de controlar, y el truco
está en el peso.

Y es
que esta bicilíndrica tiene potencia de sobra para causar un infarto, en solo
50 metros o algo más de 3 segundos ya rueda a 100 km/h, y el kilómetro desde
parado lo hace en 8-10 segundos menos que un turismo de potencia media. En
menos de 5 segundos puede recuperar desde 60 a 100 km/h, con lo que adelanta en
un chasquido de dedos.
Como es
habitual en KTM, cuenta con buenas suspensiones (WP), buenos frenos (Jjuan) y
buenos neumáticos (Maxxis). La toma USB, la instrumentación LCD y la
iluminación LED ponen la guinda al pastel para los gourmets de la tecnología.
Difícil resulta no enamorarse de ella.
0 comentarios